Confesiones de un militante
Los años parecen no haber avanzado sobre él, y quienes se acerquen a Piero Bruno Hugo Fontana —tal es el verdadero nombre de Hugo del Carril—, experimentarán la sensación de que el tiempo se ha detenido: su estampa —la pinta, como suelen decir los porteños— es la misma que un par de generaciones de argentinos admiró a través de la pantalla; otro tanto sucede con su voz y su sonrisa (contagiosa, gardeliana). Su llaneza y simpatía también se mantienen intactas, al igual que su talento de director, que diera importantes producciones al cine argentino...
Continua leyendo la nota original en Mágicas Ruinas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario